Mezclando la idea de investigación científica con cuerpos xenomorfos, esta criatura artropoide explora las morfologías reproductivas del proceso gestacional de mundos y las relaciones más allá de lo humano, que operan directamente en la dermis del tejido social y, por ende, en la construcción de una red de memoria colectiva.
Este organismo sintético, de naturaleza cíclica, ahora se presenta como un cuerpo exoesquelético en expansión. Su estructura de tentáculos metálicos y piezas de vidrio soplado, conectadas a un sistema neumático pulsante, imita un organismo que respira y late, dialogando visceralmente con la etapa líquida de la materia. La expulsión rítmica de aire y la vibración de los tentáculos invitan a reflexionar sobre un tiempo suspendido, donde pasado y futuro perforan el presente simultáneamente.
Las conexiones de silicona entre las extremidades de vidrio desvelan la naturaleza interconectada de los vasos, creando formas autónomas de expresión entretejida que habitan estos cuerpos como recordatorios de nuestra condición de entidades en flujo. Sin embargo, llevan consigo información ancestral, programada antes de nosotros: fluidez, viscosidad y transparencia, como condiciones inevitables del deterioro del yo.
Profundamente entrelazado con la naturaleza de lo pantanoso, este exoesqueleto parece reproducirse a través de la humedad atrapada en el vidrio y crecer desde el estanque simbólico de su propio ecosistema. Podemos pensar en esta vida parasitaria como el resultado de entrar en un estado de co-participación con otras formas de existencia.
Ya no confinado en una vitrina como una criatura de laboratorio, el paradigma de quién observa a quién se difumina, generando una inquietante sensación de dependencia mutua. El cuerpo exoesquelético se convierte así en un espacio liminal: un ser vivo habitando dentro de otro ser vivo, coexistiendo en un estado continuo de transformación.
Curaduría: Agustina Rinaldi





